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PARANORMAL´S BLOG

MUÑECAS

MUÑECAS

Una muñeca de trapo puede ser algo muy tierno. Cuando niña, solía fabricarlas como entretención o para regalárselas a las personas más cercanas. En mi cuarto tenía muchas de ellas, de todos portes y estilos: con ojos de botón y trajes de color pastel; otras de ojos bordados y vestidos de encaje. Lo anterior no parece algo “terrorífico”, mas, cuando a mitad de la noche despiertas y una de ellas aparece junto a tu cama y te muestra una sonrisa maléfica, no sabes si contárselo a alguien o pensar que definitivamente te estás volviendo loca. Así empezó a pasar casi todas las noches: las hermosas muñecas cobraban vida y se paseaban por toda la casa riendo y rompiendo cosas, como niñas traviesas, al principio de forma inocente, pero un día, mamá despertó más temprano de lo habitual y casi me desmayé al ver que alguien le había cortado el cabello, dejándola casi calva y a los pies de su cama, estaba “Cindy” la muñeca de cabellos rojos y ojos de botón azul con mis tijeras en sus manitas. Junto a ella, mechones del cabello de mamá. De inmediato fuimos al cuarto y pusimos a todas esas “cosas” en una bolsa, con la intención de quemarlas. No le dijimos nada a papá, pero se dio cuenta del nuevo look de mi madre cuando llegó de su viaje aquella tarde. Le contamos lo de las muñecas “diabólicas” y sólo atinó a reírse.
Fuimos los tres al cuarto y buscamos la bolsa que contenía las muñecas. Pero no estaba por ninguna parte. Sentí mucho miedo. Mamá estaba pálida, casi a punto de desmayarse. Buscamos por toda la casa y no había rastro de ellas. Papá seguía burlándose, diciendo que nosotras mismas habíamos escondido la bolsa para hacerle creer que en realidad “las muñecas estaban vivas y eran peligrosas”. Cuando llegó la noche, nos sentamos a cenar como de costumbre, pero el ambiente estaba extraño. No comí nada y me retiré al cuarto temprano. Cerré mi puerta y al encender la lámpara, Cindy me miraba fijamente. Estaba sentada sobre mi cama.
-No puedes hacerme daño, porque eres una simple muñeca de trapo.-le dije acercándome y arrojándola al suelo.
-Una muñeca por sí sola, no- dijo – pero recuerda que somos muchas.
Sólo atiné a salir corriendo y ver si mis padres estaban bien, pero al bajar la escalera escuche como si las muñecas se estuviesen dando un festín, porque reían y gritaban como ebrias. Mis padres estaban muertos, tirados sobre la alfombra y pese a que ya no respiraban, aún les seguían dando puñaladas, como si eso les causara placer a esas bestias de trapo rellenas con algodón sintético. Corrí hasta la cocina, pero ellas me seguían y me mordían las piernas para tirarme al suelo y así matarme. Llegué hasta la llave del gas y la abrí para quemarlas. No me importaba morir, ellas eran malignas y estaba dispuesta a sacrificarme para que otros no corrieran mi suerte.
-Váyanse al infierno, bestias del Demonio-les dije y encendí un fósforo que causó una tremenda explosión.
No recuerdo nada más. Desperté en un hospital esposada a la cama. Por suerte no había sufrido grandes quemaduras. Luego, llegó la policía y me enteré que se me acusaba del homicidio de mis padres y de tratar de encubrirlo quemando la casa. Nadie me creyó lo de las muñecas poseídas, porque nunca hallaron rastro de ellas. Lo que nadie sabe, es que todas las noches me visitan aquí en el hospital Psiquiátrico, pero nadie, salvo yo las puede ver.

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