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PARANORMAL´S BLOG

Irene.

Irene.

- Irene, ¡baja de ahí!
Irene, molesta, baja del árbol. Me la quedo mirando. Es preciosa: cabellos rubios y rizados, ojos azules muy grandes, sonrisa pícara… simplemente la criatura que muchos padres desearían tener. Y yo tengo la suerte de tenerla. ¿Suerte?
Irene nació de mi primer marido, Héctor. Nació sonriendo. Con sólo tres años aprendió a ponerse sola los zapatos, el vestido y a peinarse. A los cinco, ya sabía leer de carrerilla. Y dibujaba perfecto. A los seis años escribía historias de miedo, románticas, cómicas… de todo tipo. Ahí fue cuando empezaron los encuentros con David. También a sus seis años tuve el divorcio con Héctor, por falta de comprensión. Y me casé con Pedro, que quería a Irene como una hija de verdad.
Irene nunca tuvo un hermanito, pero yo pensaba que se imaginaba que tenía uno, porque a los seis años empezó a comunicarse con un niño llamado David, imaginario. La primera vez que la pillé hablando con él fue un domingo, cuando estaba ella en el jardín tomando el sol. Yo salía a llevarle unas galletitas, y la encontré hablando sola:
- ¡Vamos, David! ¿Quieres jugar a la cocinita? Mi mamá está apunto de traerme galletas, podemos jugar a que yo era la cocinera y tu el cliente… ¿Tienes hambre?
- ¡Irene! – exclamé. - ¿Con quién hablas? ¿Quién es David?
Miré alrededor, pero no había nadie. Irene, avergonzada, dijo:
- Mamá, no te enfades… David viene todos los días a verme, porque es un buen hermanito. Pero no quiere que tú lo sepas, porque dice que te enfadarás conmigo y con él… por favor mami, ¡no te enfades!
Me quedé un poco sorprendida. Decidí sentarme y hablar con ella.
- Pero Irene, ¿qué son esas tonterías? Tú no tienes ningún hermano. David debe ser un personaje que te has inventado, ¿no es cierto?
- No, mamá. David es mi hermanito, ¡él lo dice! Ahora se ha ido a su casa, porque dice que si le ves, te enfadarás con él. ¡Pero es muy bueno conmigo! Siempre jugamos. Además, él es mayor que yo y me protege. ¡Ya tiene diez años!
Aquella noche hablé con Pedro. Él sonrió y dijo que no me preocupara, que sería la edad que estaba pasando, y que por falta de hermanos y amigos en el colegio (porque Irene era una niña callada en el colegio) se inventaba un hermanito. No volví a pensar en eso.
El siguiente día, lunes, mientras íbamos al colegio, Irene dijo:
- Mamá, ¿David podría ir conmigo al colegio?
Yo me quedé callada, y negué con la cabeza. Irene bajó la mirada y susurró:
- Que lástima, David. No puedes venir conmigo.
En aquel momento, juraría que vi pasar una sombra de un niño de unos diez años por delante de mí, muy rápida… pero sólo me lo imaginé. Aquella tarde, Irene me contó más cosas de David.
- Es rubio como yo, y también tiene los ojos azules. Me dice que él tenía una hermanita como yo, pero que ahora no sabe dónde está… que ahora sólo me tiene a mí, y que no quiere perderme… ¿a que es dulce, mamá?
Asentí en silencio.
- Su familia tampoco sabe donde está. – siguió Irene. – Y dice que lo único que recuerda es que se llama David Carrasco Morales, que tiene diez años y un papá que le pega. Pero ahora ya no, porque no sabe dónde está. Pobrecito…
El resto del camino lo hicimos en silencio. Expliqué a Pedro todo lo que Irene me había comentado. Él se enfadó y dijo que me preocupaba innecesariamente por tonterías. Pero yo no estaba tranquila. Fui al ayuntamiento y pregunté por un tal David Carrasco Morales, de diez años. La secretaria buscó por muchos papeles, y finalmente me dijo:
- Sí, señora. David… fue un niño con problemas. Llevaba unos aparatos en las piernas y otros metálicos en los brazos, porque tenía los huesos frágiles. – la señora bajó la voz. – Su padre le maltrataba, y su madre lo insultaba. Sufrió mucho, por ser…distinto. Sólo tenía el consuelo de una hermanita pequeña. La quería mucho, y cada día le contaba cosas, aunque la pequeña no le entendía. Hace poco, el padre volvió borracho de casa, y con una discusión… mató a la niña. David se quedó muy afectado, y por la noche, se tiró por el balcón. Una triste historia.
Yo me había quedado con la boca abierta. Por mi cabeza pasaban muchos pensamientos… en la ventana me pareció ver el rostro de un niño sonriendo que me saludaba con una mano metálica. Hice una pregunta a la secretaria, una sola:
- Como… ¿cómo se llamaba la hermana?
- Irene.

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