Sangre por sangre

Era un día gris, como pasaba una o dos veces a la semana. Sus pasos no se oían, caminaba lentamente, maldiciendo el frío que atronaba contra su nariz y sus ojos. A los pies del muchacho se veía toda Barcelona en su plenitud. Echo una mirada hacia abajo, y le vino un claro sabor a nostalgia. Aún no se había dado cuenta, pero ese día, sumaba ya dos años de la muerte de su señor padre. “Que más da.” pensó, volvió a ajustarse la cremallera de su abrigo de los Nets. “Se fue dejándonos solos, a mi madre y a mí.” Su madre le había repetido que solo había sido a causa de un accidente de coche desafortunado, pero por el rabillo de la puerta de su cuarto llegó a ver a dos hombres vestidos con traje contándole a su madre que el difunto estaba totalmente ebrio cuando atropelló a aquella pobre mujer y a su hijo, cobrándose también su propia vida

Cuando entró en casa y cerró la puerta no oyó la típica bienvenida de su madre en la casa. No era muy grande el piso, pero donde estaba no alcanzaba a ver más allá del comedor y la entrada de su cuarto.

— ¿Mamá?—Pregunto el chico, que no pasaba de los quince años—. ¿Hay alguien allí?—. Su madre a veces tenía que salir a buscar trabajo en la calle, era algo indigno de una mujer tan bella como ella, pero si no lo hacía no habría futuro para su hijo. Al que tanto quería apartar de la vida detestable de su padre.

El niño siguió adentrándose en el piso, siempre con la espalda en la pared, no había luz en la casa, pero algo le decía que allí pasaba algo. “Niñerías” pensó. Llego a la entrada de la cocina, asomó la cabeza por la entrada... Pero no encontró más que la desordenada habitación donde se preparaban sus insípidas comidas. Encendió el interruptor que quedaba sobre el frío mármol, al lado de la puerta. Nada, no hizo luz. “Mierda, otra vez han cortado la electricidad.” Fue hacia la galería y vio que la electricidad estaba en perfecto estado, a diferencia del cable que los conectaba a ella. Había sido cortado.

Llegó a la habitación de su madre, por encima del silencio oía el latido de su corazón.

— ¿Mamá?—Volvió a preguntar.

—La pu/a de tu madre ya no esta con nosotros, chico—. La voz grave de un hombre había sobresaltado al joven. Se secó el sudor de su frente y miró dentro de la habitación.

En la cama, tendida con una expresión de pánico yacía su madre. Desnuda casi por completo, pues tenía jirones de lo que había sido su camisa toda manchada de sangre.

— ¿Q-Quién e-eres?— Tartamudeó el hijo huérfano.

—Un viejo amigo. ¿Recuerdas el accidente de tu padre, recuerdas la mujer y la niña a las que mató ese cabr/n? ¡Eran mis hijas, me quitó todo lo que tenía!

—Has venido por venganza ¿eh? ¿Sangre por sangre?—Tenía los ojos llorosos, le costaba entender lo que sucedía.

—Sangre por sangre—. Afirmó el hombre saliendo de la penumbra lentamente, en la mano derecha tenía una pistola. Apuntó—. Sangre por sangre.

El cuerpo del chico cayó silenciosamente.

La pistola hizo su última misión, y actuó como arma del suicidio de Carlos De ángel. La policía encontró dos cuerpos adultos, y una gran mancha de sangre en el suelo de la estancia, diferente a la sangre de aquellos dos adultos.

Se rumorea que en una calle perdida de Barcelona hay un fantasma que mata a una persona cada dos años, tiene aspecto de un chico adolescente, y mata porque piensa que el muerto es su padre, o el asesino de su madre